martes, 1 de diciembre de 2009

La primera bufanda de colores

A Marco le encantan las chicas con el pelo corto, a lo chico. Yo creo que es porque la primera persona que montó en el barco fue ella: Eva, o quizá no se llame así, pero a él le gusta ese nombre, porque es corto, igual que su pelo.
Ese día debía ir tarde porque llegó corriendo a la parada, era muy gracioso verla esquivar paraguas mientras se peleaba con el viento para que no le quitara su gorro verde, no tenía tiempo de pararse a jugar un ratito con él, por eso andaría tan enfurruñado.
Subió de un saltito al autobús y sonrió al conductor. Fue entonces cuando Marco se dió cuenta de que la primavera en pleno diciembre es posible si viene de la mano (del cuello mejor dicho) de la persona adecuada, en una bufanda con miles (¡millones!) de colores, todos gritando como locos, contentos de enfrentarse al gris de las mañanas que siempre cubre toda gran ciudad, desafiantes y valientes, felices al fin de salir del fondo del cajón. Parecía que ella lo sabía, era como si les entendiese, cada cosa que hacía estaba contagiada de esa alegría.
Marco ni parpadeaba, buceaba entre las rayas de colores, buscando un sitio donde quedarse, al menos por un ratito. Pero algo le hizo levantar la vista, un leve movimiento. Era Eva la que se movía, se había quitado el gorro, y con gesto de gato y cara de niña se alborotaba el pelo, divertida.

Ese día Marco empezó a construir el barco. Adivinad a quién invitó a subir. Adivinad qué escogió de bandera.

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